sábado, 21 de mayo de 2011

sábado, 14 de mayo de 2011

La realidad es una loca de remate


Dígame una cosa. Dígame si el marxismo prohíbe comer vidrio. Quiero saber.

Fue a mediados de 1970, en el oriente de Cuba. El hombre estaba ahí, plantado en la puerta, esperando. Me disculpé, le dije que poco entendía yo de marxismo, algo nomás, alguito, y que mejor consultaba a un especialista en La Habana.

- Ya me llevaron a La Habana- me dijo- Allá me vieron los médicos. Y me vio el comandante. Fidel me preguntó: Oye, ¿y lo tuyo no será ignorancia?”

Por comer vidrio, le habían quitado el carnet de la Juventud Comunista.

- Aquí, en Baracoa, me hicieron el proceso.

Trígimo Suárez era miliciano ejemplar, machetero de avanzada y obrero de vanguardia, de esos que trabajan veinte horas y cobran ocho, siempre el primero en acudir a voltear caña o tirar tiros, pero tenía pasión por el vidrio:

-No es vicio -me explicó- Es necesidad.

Cuando Trígimo era movilizado por cosecha o guerra, la madre le llenaba la mochila de comida: le ponía algunas botellas vacías, para el almuerzo y la cena y para los postres, tubos de luz en desuso. También le ponía unas cuantas lámparas quemadas, para las meriendas.

Trígimo me llevó a la casa, en el reparto Camilo Cienfuegos, de Baracoa. Mientras charlábamos, yo bebía café y él comía lámparas. Después de acabar con el vidrio, chupaba goloso, los filamentos.

- El vidrio me llama. Yo amo el vidrio como amo a la revolución.

Trígimo afirmaba que no había ninguna sombra en su pasado. Él nunca había comido vidrio ajeno, salvo una vez, una sola vez, cuando estando muy loco de hambre le había devorado los anteojos a un compañero de trabajo.

El libro de los abrazos.
Eduardo Galeano.

viernes, 13 de mayo de 2011

Y una bañera salió a navegar por la 5ª Avenida

Viendo un documental de Pepín Bello, me acuerdo de una anécdota de Dalí, contada por el mismo, con lo cual no importa si es mentira, que se desarrolla en el Nueva York de 1934, cuando le encargan la confección de dos escaparates de los almacenes Bonwit-Tellerle. Dalí eligió el día y la noche como tema. Se pasó la noche en vela, y cuando llegó el día había en uno una bañera peluda de astracán, llena de agua con un maniquí de peluca rojo dentro, con teléfono-langosta incorporado. En el otro una figura acostada en una cama con un baldaquino negro y sobra la almohada carbones ardiendo, un traje con moscas y pipermín, cuernos de rinoceronte...

Se aglomeró tal cantidad de gente para ver los escaparates que tuvieron que "simplificarlos". Cuando Dalí los vio exigió que restituyeran la composición inicial. Y en la tienda le dicen que ya le han pagado su cheque y que no tiene derecho a quejarse. Así que entra en la tienda y empieza a romper los maniquíes a patadas, luego intenta volcar la bañera para inutilizar todo la instalación... pero la bañera se desliza, rompe el escaparate y sale a navegar por la Quinta Avenida. Dalí salió pronto de la cárcel, la bañera no fue encontrada.