sábado, 25 de marzo de 2006

De lo Bello y lo Sublime (3)


“La inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia es grande y sublime; la astucia es pequeña, pero bella”.

Partiendo de una ética material, basada en los fines, encontramos la que será la ética de este siglo, la de la Felicidad, y aquí retomo algo que apunté en un post anterior y que ha seguido emergiendo como las ideas iceberg de las que hablaba Capote. Son los tres tipos de Felicidad de Martin Seligman:

Felicidad Hedonista:
“la vida de placer , de emociones positivas: risas, sonrisas, estar de buen humor”.
Felicidad Comprometida:
“la vida comprometida, ser UNO con las cosas; absorto, inmerso, en el amor, el trabajo, con los hijos, con el ocio, con las amistades”.
Felicidad Significativa:
“la vida significativa, y es la que tiene el mejor componente de inteligencia. Está basada en el significado, y creo que se trata de saber cuáles son los puntos fuertes y utilizarlos para pertenecer y servir para algo que crees que es mayor que tu”.

He visto un paralelismo entre estas felicidades, lo bello y lo sublime, y los temperamentos:

La Felicidad Hedonista es la del temperamento sanguíneo, sensible a lo bello. Absorto en el placer.

la Felicidad Comprometida es la del temperamento colérico, sensible a lo sublime aparente. Entregado a la acción.

La Felicidad Significativa es la del temperamento melancólico, sensible a lo sublime veraz. Buscando un significado.

También cuando evocaba esas felicidades, las recordaba con personas que se corresponden con estos tres tipos de temperamento, quizá yo tampoco pueda asociar la felicidad con el temperamente "neutro". Casualmente habla Kant que la contemplación del día soleado encierra una belleza tranquila, pero el rugir de las olas en la tormenta produce una impresión de fuerza sobrecogedora que roza lo sublime.

PD: Estoy con otras correspondencias, las dejo para cuando hagan el test de Keirsey. Ya dije que era largo, pero el resultado es que de pronto eres un tipo, y de él sale un subtipo, y asi podremos discutirlo. Creo que hay más de un guardián por ahi ;)

martes, 21 de marzo de 2006

Entre paréntesis...

(Interrumpo mi canción...

"Emulando a Oliveiro Girondo recitó a la mujer que compartía su mesa:

-Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias. Pero eso sí, y en esto soy irreductible, no les perdono bajo ningún pretexto que no sepan volar, si no saben volar pierden el tiempo conmigo- .

La mujer dejó la copa en la mesa, lo miró con incredulidad y le dijo:

- Me importa un pito que los hombres tengan el cabello como lana de oveja o una cabeza de bola billar, un trasero redondo y duro o uno invisible bajo el pantalón. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que tengan unas manos encallecidas o unas delicadas manos de papel de seda. Soy perfectamente capaz de soportar ronquidos atronadores por las noches o la ausencia de palabras en la convivencia. Pero eso si, y en esto soy irreductible, no les perdono bajo ningún pretexto las exigencias, si son exigentes pierden el tiempo conmigo-.

Se quitó la chaqueta, desplegó su alitas y abanicando el aire se marchó por la ventana".



"Mira la tierra abrirse bajo los pies
que temblorosos no pisan más la
realidad, la insanidad del alma se
hace presente.

Mira la conciencia culpable llena
de miedo debastandose por temor
a herir al amor que se abre como
esperanza en flor.

Mira como nace en ti la duda
como carmome las entrañas
como las confude, como las
debilita y las enloquece hasta
limites que solo tu propia
confusión puede comprender.

Mira el infinito girando ante
tus ojos en una escalera que
impaciente espera los pasos
que inevitablemente has de
recorrer."


...a los dolores ajenos).

lunes, 20 de marzo de 2006

De lo bello y lo sublime (2):

En la época de Kant, aún la personalidad se dividía en cuatro tipos, según el primer modelo de personalidad de Hipócrates, (basado en la teoría de los cuatro elementos de Empédocles).
Los cuatro temperamentos básicos eran: colérico, melancólico, sanguíneo y flemático que correspondería a un exceso de bilis amarilla, bilis negra, sangre y flema respectivamente.





Kant utiliza estos tipos para relacionar la naturaleza del hombre con la sensibilidad hacia lo bello o lo sublime:


Sanguíneo:

“El de carácter sanguíneo tiene predominante sensibilidad para lo bello. Sus alegrías son, por tanto, rientes y vivas. Si no está alegre es que se halla disgustado; conoce poco la calma satisfecha. La variedad es bella, y él gusta del cambio.”

Busca la alegría en sí mismo y en torno suyo; regocija a los demás, y su compañía es grata. Comparte fácilmente el estado moral ajeno. La alegría de los otros le contenta, y el dolor le enternece. Su sentimiento moral es bello, pero sin principios, y obedece siempre a las impresiones momentáneas que los objetos en él producen”.

Es amigo de todos los hombres, o lo que es lo mismo, nunca propiamente un amigo, aunque sea de verdad bondadoso y benévolo. No finge. Hoy os tratará con su afecto y cortesía peculiares; mañana, si estáis enfermos u os sobreviene una desgracia, mostrará un interés verdadero, no hipócrita, pero se escurrirá suavemente hasta que las circunstancias hayan pasado”.

“Nunca debe ser juez. Las leyes son para él, comúnmente, demasiado rígidas, y se deja sobornar por las lágrimas. Es un tipo curioso, nunca completamente bueno y nunca completamente malo. Comete excesos y es vicioso, más por complacencia que por inclinación. Es liberal y benéfica su influencia, pero lleva mal la cuenta de lo que debe, porque si es muy sensible para el bien, lo es muy poco para la justicia. Nadie tiene tan buena opinión de su propio corazón como él. Aunque no le estiméis mucho no podéis menos de amarle. El mayor peligro de su carácter es caer en lo frívolo, y entonces es alocado e infantil. Si la edad no disminuye acaso la vivacidad o le infunde más juicio, está en peligro de convertirse en un viejo verde”.


Colérico:

“Aquel cuyo carácter es calificado de colérico, tiene sensibilidad predominante para el género de lo sublime que se puede denominar magnífico. Es sólo el brillo de la sublimidad, un color llamativo que oculta, engañando e impresionando con la apariencia, el contenido íntimo de la persona o cosa, acaso malo o vulgar en sí mismo. Así como un edificio cubierto por una pintura que imita la piedra produce una impresión tan noble como si fuese verdad, y así de igual modo que las molduras y pilastras empotradas sugieren la idea de firmeza, aunque tengan poca consistencia y nada sostengan, lo mismo brillan las virtudes de hojalata, el similor de sabiduría y los méritos pintados”.

El colérico considera su propio valor y el de sus cosas y actos según el prestigio o la apariencia de que se revistan a los ojos de los demás. Con respecto a la íntima calidad o a los motivos que el objeto mismo encierra, se muestra frío, ni encendido por verdadera benevolencia, ni conmovido por el respeto. Su conducta es artificiosa. Ha de saber tomar toda clase de puntos de vista para juzgar el efecto que produce según la distinta posición del espectador, pues no se pregunta lo que él es, sino lo que parece”.

“Por eso ha de conocer bien la manera de conquistar la aprobación general y las apreciaciones que ha de suscitar fuera de él su conducta. La sangre fría que esta fina atención requiere para no ser cegada por el amor, la compasión y el interés, le sustrae también a muchas locuras y contrariedades, en las cuales cae un sanguíneo, arrebatado por su sensibilidad espontánea. Por eso parece más razonable de lo que realmente es. Su benevolencia es cortesía; su respeto, ceremonia; su amor, meditada adulación. Está siempre lleno de sí mismo cuando toma la actitud de enamorado y de amigo, y no es nunca ni lo uno ni lo otro. Gusta de brillar con las modas; pero como todo en él es artificioso y trabajado, se muestra en ello rígido y torpe. Su conducta obedece más a principios que la del sanguíneo, sólo movido por impresiones ocasionales; pero no son principios de la virtud, sino del honor, y no es nada sensible a la belleza o al valor de los actos, sino al juicio que el mundo pronunciara sobre ellos”.

“Se complace en ser esclavo de los grandes para después ser tirano de los humildes. La ingenuidad esta noble o bella sencillez que lleva en sí el sello de la naturaleza y no del arte, le es completamente extraña. Por eso cuando su gusto degenera, su brillo resulta chillón; esto es, desagradablemente jactancioso. Cae entonces, tanto en su estilo como en sus adornos, en el galimatías -lo exagerado-, una especie de monstruosidad que es a lo magnífico lo que lo extravagante o chiflado con relación a lo sublime serio. En las ofensas acaba pronto en duelos o procesos y en las relaciones ciudadanas, gusta de antepasados, preminencias y títulos. Mientras sólo es vanidoso, es decir, mientras busca honor y se esfuerza en hacerse visible, puede ser todavía soportado; pero cuando totalmente falto de verdaderas cualidades y méritos se pavonea orgulloso, viene a parar en lo que él menos quisiera, esto es, en un necio”.

Melancólico:

No se llama melancólico a un hombre porque, substrayéndose a los goces de la vida, se consuma en una sombría tristeza, sino porque sus sentimientos, intensificados más allá de cierto punto dirigidos, merced a determinadas causas, en una falsa dirección, acabarían en esta tristeza más fácilmente que los de otros. Este temperamento tiene, principalmente, sensibilidad para lo sublime”.

“El hombre de carácter melancólico se preocupa poco de los juicios ajenos, de lo que otras tienen por bueno o verdadero, se apoya sólo en su propia opinión. Como en él los móviles toman el carácter de principios, no puede ser fácilmente llevado a otras ideas. Su firmeza degenera a veces en obstinación”.

La veracidad es sublime, y él odia mentiras y fingimientos. Siente con viveza la dignidad de la naturaleza humana. Se estima a sí mismo y tiene a un hombre por una criatura que merece respeto. No sufre sumisión abyecta, y su noble pecho respira libertad. Toda suerte de cadenas le son odiosas, desde las doradas que en la corte se arrastran hasta los pesados hierros del galeote. Es un rígido juez de sí mismo y de los demás, y a menudo siente disgusto de sí mismo y del mundo”.

En la degeneración de este carácter, la seriedad se inclina a la melancolía, la devoción al fanatismo, el celo por la libertad al entusiasmo. La ofensa y la injusticia encienden en él deseos de venganza. Es muy temible entonces. Desafía el peligro y desprecia la muerte. Falseado su sentimiento y no serenado por la razón, cae en lo extravagante: sugestiones, fantasías, ideas fijas. Si la inteligencia es aún más débil, incurre en lo monstruoso: sueños significativos, presentimientos, señales milagrosas. Está en peligro de convertirse en un fantástico o en un chiflado”.


Flemático:

“Puesto que en el compuesto flemático no suelen aparecer ingredientes de lo sublime y de lo bello en un grado particularmente apreciable, cae este carácter fuera del círculo de nuestro examen”.


Es curioso ver el desprecio que siente Kant por el temperamento flemático, cuando existe la leyenda de que los habitantes de la ciudad de Königsberg ponían en hora sus relojes cuando él pasaba por la rigurosidad de sus horarios.

En este tratado no se molesta en justificar ni analizar de manera crítica ninguna de las asociaciones. Pero esta idea intuitiva de Kant se fortaleció después con el análisis moderno sobre la personalidad, ya en el siglo XX, (Eysenck):

Creo que estas tipologías se pueden asimilar con el determinante de la personalidad de Keirsey. Los cuatro temperamentos:

  • Artesano
  • Guardián
  • Idealista
  • Racional

Aquí hay un test por si quieren saber el suyo (es un poco largo, pero es el mismo que hay en el libro). Dejo para el próximo post las correspondencias, nexos, causas o lazos forzosos que pude encontrar...

martes, 14 de marzo de 2006

De lo bello y lo sublime (1):


17 años antes de escribir Crítica de la Razón pura, y ya con 40 años escribe Kant Sobre lo bello y lo sublime… el azar me llevó a esta obra cuando buscaba un nexo entre dos períodos de la vida de Margritte, apareció un jinete perdido, primer cuadro surrealista, de ahí un comentario de Foucault, de él uno de Derrida, que habla de Kant y su estética, la estética de lo Sublime que analiza Lyotard, oponiéndola a lo bello.

He encontrado el texto completo de la obra temprana de Kant, y me ha impresionado por la subjetividad humana que destila, demasiado humana, alejada de la perfección de sus Críticas. Extraigo una lista de lo que es bello y lo que es sublime en Kant:

Lo Bello: :
Encanta
Pequeño
El día
El ingenio
La cortesía
La benevolencia
La comedia
El amor

Lo Sublime
Conmueve
Grande
La noche
La inteligencia
El desinterés
La dignidad
La tragedia
La amistad

Lo bello tiene un límite marcado, es representable. Genera un placer positivo, aumenta la potencia vital.

Lo sublime no tiene forma ni representación. Es un placer ambivalente, un vértigo, una angustia transitoria ante un placer ilimitado.

Creo que todos hemos experimentado ese sentimiento espasmódico, de vértigo ante lo sublime, que no se opone a lo bello, pero, como insinúa Kant, tiene algo de señal, de trascendente.

sábado, 4 de marzo de 2006

Silvio y Ojalá como coartada

Cuenta Silvio Rodríguez:
«Ojalá yo la compuse a una mujer que fue, podríamos decir, mi primer amor. Fue un amor que tuve cuando estuve en el ejército, haciendo mi servicio militar. La conocí cuando tenía 18 años, fue mi primer amor importante en el sentido de que fue el primer amor que me enseñó cosas. Era una muchacha mucho más evolucionada que yo, mucho más inteligente, más culta. Me enseñó, por ejemplo, a César Vallejo. Después nos tuvimos que separar, estaba estudiando medicina y en fin, no le cuadró. No sé por qué estudió medicina, cosa loca de ella, en realidad siempre fue de letras. Después estudió letras, se fue a su pueblo Camagüey, a estudiar eso y yo me quedé solo aquí en la La Habana, totalmente desolado.
Pasaron los años y el recuerdo de aquel amor tan bonito, tan productivo, tan útil (ojo, no confundir con utilitario), enriquecedor, de aporte a uno... pues, estaba obsesionado yo con esa idea. Y porque fue un amor frustrado, tronchado por las circunstancias, por la vida, no fue una cosa que se agotara, pues se me quedó un poco como un fantasma y por eso compuse esta canción en un momento quizás de delirio, de arrebato, de sentimiento un poco desmesurado."

Ojalá

Ojalá que las hojas no te toque el cuerpo cuando caigan
para que no las puedas convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo.
Ojalá que la luna pueda salir sin ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.

Ojalá se te acabé la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones:
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.

Ojalá que la aurora no dé gritos
que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz.
Ojalá las paredes no retengan
tu ruido de camino cansado.
Ojalá que el deseo se vaya tras de ti,
a tu viejo gobierno de difuntos y flores.

miércoles, 1 de marzo de 2006

Serendypia

Con catorce años me encantaba esta canción, pero no creía ni una palabra... Hoy me pasa todo lo contrario:

"Parecíamos buenos sonriendo a los niños
hablando de perros, amor y asesinos
Jugamos a indios contra vaqueros
ahora estás vivo, ahora estás muerto.

Un día de vagos en otra cuidad
si me das un trago te enseño a bailar
Dame la mano y dame ahora un beso
no te hagas el duro que no me lo creo

El día que yo fui feliz
nadie tocaba el violín
ni una maldita florecita
ni arcoiris sobre mí

Andábamos casi a dos metros del suelo
limpios y guapos, caídos del cielo
Compré una historieta de Corto Maltés
tú una chaqueta de soldado inglés
Luego borrachos en un club de Jazz
creo que hablamos un poco de más
Quiero que siempre te quedes conmigo
ahora que tú eres mi único amigo

El día que yo fui feliz
nadie tocaba el violín
ni una maldita florecita
ni arcoiris sobre mí

El día que yo fui feliz
nunca pensé que fuera así
y como nadie me avisó
no me di cuenta y me dormí"