Kant utiliza estos tipos para relacionar la naturaleza del hombre con la sensibilidad hacia lo bello o lo sublime:
Sanguíneo:
“El de carácter sanguíneo tiene predominante sensibilidad para lo bello. Sus alegrías son, por tanto, rientes y vivas. Si no está alegre es que se halla disgustado; conoce poco la calma satisfecha. La variedad es bella, y él gusta del cambio.”
“Busca la alegría en sí mismo y en torno suyo; regocija a los demás, y su compañía es grata. Comparte fácilmente el estado moral ajeno. La alegría de los otros le contenta, y el dolor le enternece. Su sentimiento moral es bello, pero sin principios, y obedece siempre a las impresiones momentáneas que los objetos en él producen”.
“Es amigo de todos los hombres, o lo que es lo mismo, nunca propiamente un amigo, aunque sea de verdad bondadoso y benévolo. No finge. Hoy os tratará con su afecto y cortesía peculiares; mañana, si estáis enfermos u os sobreviene una desgracia, mostrará un interés verdadero, no hipócrita, pero se escurrirá suavemente hasta que las circunstancias hayan pasado”.
“Nunca debe ser juez. Las leyes son para él, comúnmente, demasiado rígidas, y se deja sobornar por las lágrimas. Es un tipo curioso, nunca completamente bueno y nunca completamente malo. Comete excesos y es vicioso, más por complacencia que por inclinación. Es liberal y benéfica su influencia, pero lleva mal la cuenta de lo que debe, porque si es muy sensible para el bien, lo es muy poco para la justicia. Nadie tiene tan buena opinión de su propio corazón como él. Aunque no le estiméis mucho no podéis menos de amarle. El mayor peligro de su carácter es caer en lo frívolo, y entonces es alocado e infantil. Si la edad no disminuye acaso la vivacidad o le infunde más juicio, está en peligro de convertirse en un viejo verde”.
Colérico:
“Aquel cuyo carácter es calificado de colérico, tiene sensibilidad predominante para el género de lo sublime que se puede denominar magnífico. Es sólo el brillo de la sublimidad, un color llamativo que oculta, engañando e impresionando con la apariencia, el contenido íntimo de la persona o cosa, acaso malo o vulgar en sí mismo. Así como un edificio cubierto por una pintura que imita la piedra produce una impresión tan noble como si fuese verdad, y así de igual modo que las molduras y pilastras empotradas sugieren la idea de firmeza, aunque tengan poca consistencia y nada sostengan, lo mismo brillan las virtudes de hojalata, el similor de sabiduría y los méritos pintados”.
“El colérico considera su propio valor y el de sus cosas y actos según el prestigio o la apariencia de que se revistan a los ojos de los demás. Con respecto a la íntima calidad o a los motivos que el objeto mismo encierra, se muestra frío, ni encendido por verdadera benevolencia, ni conmovido por el respeto. Su conducta es artificiosa. Ha de saber tomar toda clase de puntos de vista para juzgar el efecto que produce según la distinta posición del espectador, pues no se pregunta lo que él es, sino lo que parece”.
“Por eso ha de conocer bien la manera de conquistar la aprobación general y las apreciaciones que ha de suscitar fuera de él su conducta. La sangre fría que esta fina atención requiere para no ser cegada por el amor, la compasión y el interés, le sustrae también a muchas locuras y contrariedades, en las cuales cae un sanguíneo, arrebatado por su sensibilidad espontánea. Por eso parece más razonable de lo que realmente es. Su benevolencia es cortesía; su respeto, ceremonia; su amor, meditada adulación. Está siempre lleno de sí mismo cuando toma la actitud de enamorado y de amigo, y no es nunca ni lo uno ni lo otro. Gusta de brillar con las modas; pero como todo en él es artificioso y trabajado, se muestra en ello rígido y torpe. Su conducta obedece más a principios que la del sanguíneo, sólo movido por impresiones ocasionales; pero no son principios de la virtud, sino del honor, y no es nada sensible a la belleza o al valor de los actos, sino al juicio que el mundo pronunciara sobre ellos”.
“Se complace en ser esclavo de los grandes para después ser tirano de los humildes. La ingenuidad esta noble o bella sencillez que lleva en sí el sello de la naturaleza y no del arte, le es completamente extraña. Por eso cuando su gusto degenera, su brillo resulta chillón; esto es, desagradablemente jactancioso. Cae entonces, tanto en su estilo como en sus adornos, en el galimatías -lo exagerado-, una especie de monstruosidad que es a lo magnífico lo que lo extravagante o chiflado con relación a lo sublime serio. En las ofensas acaba pronto en duelos o procesos y en las relaciones ciudadanas, gusta de antepasados, preminencias y títulos. Mientras sólo es vanidoso, es decir, mientras busca honor y se esfuerza en hacerse visible, puede ser todavía soportado; pero cuando totalmente falto de verdaderas cualidades y méritos se pavonea orgulloso, viene a parar en lo que él menos quisiera, esto es, en un necio”.
Melancólico:
“No se llama melancólico a un hombre porque, substrayéndose a los goces de la vida, se consuma en una sombría tristeza, sino porque sus sentimientos, intensificados más allá de cierto punto dirigidos, merced a determinadas causas, en una falsa dirección, acabarían en esta tristeza más fácilmente que los de otros. Este temperamento tiene, principalmente, sensibilidad para lo sublime”.
“El hombre de carácter melancólico se preocupa poco de los juicios ajenos, de lo que otras tienen por bueno o verdadero, se apoya sólo en su propia opinión. Como en él los móviles toman el carácter de principios, no puede ser fácilmente llevado a otras ideas. Su firmeza degenera a veces en obstinación”.
“La veracidad es sublime, y él odia mentiras y fingimientos. Siente con viveza la dignidad de la naturaleza humana. Se estima a sí mismo y tiene a un hombre por una criatura que merece respeto. No sufre sumisión abyecta, y su noble pecho respira libertad. Toda suerte de cadenas le son odiosas, desde las doradas que en la corte se arrastran hasta los pesados hierros del galeote. Es un rígido juez de sí mismo y de los demás, y a menudo siente disgusto de sí mismo y del mundo”.
“En la degeneración de este carácter, la seriedad se inclina a la melancolía, la devoción al fanatismo, el celo por la libertad al entusiasmo. La ofensa y la injusticia encienden en él deseos de venganza. Es muy temible entonces. Desafía el peligro y desprecia la muerte. Falseado su sentimiento y no serenado por la razón, cae en lo extravagante: sugestiones, fantasías, ideas fijas. Si la inteligencia es aún más débil, incurre en lo monstruoso: sueños significativos, presentimientos, señales milagrosas. Está en peligro de convertirse en un fantástico o en un chiflado”.
Flemático:
“Puesto que en el compuesto flemático no suelen aparecer ingredientes de lo sublime y de lo bello en un grado particularmente apreciable, cae este carácter fuera del círculo de nuestro examen”.
Es curioso ver el desprecio que siente Kant por el temperamento flemático, cuando existe la leyenda de que los habitantes de la ciudad de Königsberg ponían en hora sus relojes cuando él pasaba por la rigurosidad de sus horarios.
En este tratado no se molesta en justificar ni analizar de manera crítica ninguna de las asociaciones. Pero esta idea intuitiva de Kant se fortaleció después con el análisis moderno sobre la personalidad, ya en el siglo XX, (Eysenck):
Creo que estas tipologías se pueden asimilar con el determinante de la personalidad de Keirsey. Los cuatro temperamentos:
- Artesano
- Guardián
- Idealista
- Racional
Aquí hay un test por si quieren saber el suyo (es un poco largo, pero es el mismo que hay en el libro). Dejo para el próximo post las correspondencias, nexos, causas o lazos forzosos que pude encontrar...
1 comentario:
una estrella que transmite su luz a través del espacio, que la atmósfera distorsiona y que llega aun cuando su estrella murio ha más de mil años
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