“Fui enfermizo y tímido con una vocación para lo mágico y lo
excepcional que me convertían en la víctima natural de mis compañeros de
escuela más realistas que yo. Pasé mi infancia en una bruma de duendes, de
elfos, con un sentido del espacio y del tiempo distinto al de los demás.”
Este es el Julio Cortázar que pudimos ser todos.
“Tuve una infancia en la que no fui feliz y esto me marcó
muchísimo. De ahí mi interés en los niños, en el mundo de los niños. Es una
fijación. Soy un hombre que amo mucho a los niños. No he tenido hijos, pero los
amo profundamente. Creo que soy muy infantil en el sentido en que no acepto la
realidad. A los niños les cuento cosas fantásticas e inmediatamente establezco
una buena relación con ellos, muy buena. Lo que sí no me gustan nada son los
bebés, no me acerco a ellos hasta que no se vuelven seres humanos...”
Esto explica la relación de Horacio y Rocamadeur
“Es extraño porqué las mujeres no leen a Julio Verne. Mi
madre leía mala literatura, no era culta pero su imaginación me abría otras
puertas. Teníamos un juego: "Mirar el cielo y buscar la forma de las nubes
e inventar grandes historias." Esto sucedía en Bánfield. Mis amigos no
tenían esa suerte. No tenían madres que mirasen las nubes. En mi casa había una
biblioteca y una cultura.”
Su madre, La Maga, y las madres que se abren otras puertas, otras nubes.
“Me encerré durante años a leer, no hablaba con nadie,
durante mi juventud fui un misántropo, me metí en el mundo de la cultura y de
la estética y eso duró muchos, muchos años. Leía, sólo leía. Y escribía, sin
publicar, por orgullo, porque sabía que lo mío era bueno.”
Esto que le he leído de diversas maneras en otras ocasiones es admirable, esa conciencia de lo que hacía.
“Fueron mis años de mayor soledad. Fui un erudito, toda mi
información libresca es de esos años, mis experiencias fueron siempre
literarias... Vivía lo que leía, no viví la vida. Leí millares de libros
encerrado en la pensión; estudié, traduje... Descubrí a los demás sólo muy
tarde.”
Descubrir a los demás tarde, qué grande esa verdad que se clava. Aunque tarde, ¿tarde para qué? ¿de qué tiene que dar tiempo?
“Oye, yo ya estoy lo bastante viejo para saber al cabo de
diez minutos de conversación con una persona si es un fracasado, un parásito o
un profesional de la ayuda ajena, y a estas especies las detecto rápidamente,
desde la niña a quién le gustaría acostarse con el escritor famoso simplemente
porque cree que esto la va ayudar o porque le gusta.. Tengo suficientes antenas para comprenderlo y con gente así no pierdo el tiempo
aunque soy lo bastante cortés como para despedirlos por medio de una charla de
cinco minutos y no volver a verlos. En cuanto a los débiles, no puedo
responderte lo mismo porque el débil no tiene la culpa de serlo. Se puede ser
débil por muchos motivos. "
Los débiles no son lo mismo…
“El fascismo es pesimista y por eso no tiene ningún amor por
el hombre, ningún respeto. El socialismo -tal y como yo lo veo- está basado en
el amor.”
"- ¿Y el amor es optimista?"
"- ¿Y el amor es optimista?"
"- ¡Claro! Tiene que ser optimista. ¿Cómo te enamoras tú si no eres optimista? Tú no te puedes enamorar de modo pesimista, Elena, hay una contradicción en las cosas, yo no me puedo enamorar de una mujer en un plano pesimista..."
No hay sino que mirar al caso de Nacho Vegas con Rosenvinge.
“Si tú has leído El Libro de Manuel te
acordarás que el dilema de Andrés -quien me refleja mucho- es el de un hombre
que al final toma un compromiso, entra en un camino, pero en última instancia
no está dispuesto a renunciar a cierto tipo de actividades estéticas como puede
serlo la pintura cinética. Se las lleva consigo a su nuevo campo de vida. Y eso
creo que soy yo. Para mí, los cronopios (personajes de mi propia obra) son tan
revolucionarios como la descripción de una zafra.”
Que la revolución no nos quite el criterio, que el criterio
no nos mate la risa.
“Yo creo que fui un animalito metafísico desde los seis o
siete años. Recuerdo muy bien que mi madre y mis tías (mi padre nos dejó muy
pequeños a mi hermana y a mí), en fin, la gente que me veía crecer se
inquietaba por mi distracción o ensoñación. Yo estaba perpetuamente en las
nubes. La realidad que me rodeaba no tenía mucho interés para mí. Yo veía los
huecos, digamos, el espacio que hay entre dos sillas y no las dos sillas, si
puedo usar esa imagen. Y por eso, desde muy niño me atrajo la literatura
fantástica.”
Y como sabemos, la metafísica no existe más allá de las nubes…