No sé, yo lo veo muy claro, quizá he creido estar refiriéndome a la misma cosa y... y si fuera que aunque así fuera todo encajara de pronto, no me importaría. Que aunque yo no lo vea, en un instante, quizá en un ser, ese inmenso vacío se justifique.
jueves, 27 de abril de 2006
De lo Bello, lo Sublime y el Almuerzo
No sé, yo lo veo muy claro, quizá he creido estar refiriéndome a la misma cosa y... y si fuera que aunque así fuera todo encajara de pronto, no me importaría. Que aunque yo no lo vea, en un instante, quizá en un ser, ese inmenso vacío se justifique.
Y la palabra más Bella es...
1 amor 3.364 votos
2 libertad 1.551 votos
3 paz 1.181 votos
4 vida 1.100 votos
5 azahar 900 votos
6 esperanza 899 votos
7 madre 847 votos
8 mamá 826 votos
9 amistad 728 votos
10 libélula 544 votos
11 amanecer 522 votos
12 alegría 480 votos
13 felicidad 406 votos
14 armonía 390 votos
15 albahaca 362 votos
16 susurro 352 votos
17 sonrisa 339 votos
18 agua 331 votos
19 azul 322 votos
20 luz 320 votos
21 mar 318 votos
22 solidaridad 313 votos
23 pasión 293 votos
24 lapislázuli 291 votos
25 mandarina 281 votos
26 abrazo 258 votos
...Aún asi, yo no voté por ninguna :(
lunes, 17 de abril de 2006
Sentido, (Orden e imposibilidad) y sensibilidad
No das respuestas
ni luz a mi jardín,
y no hay guerrero
que descanse en ti.
No hay luna de agosto,
ni lluvia de abril,
que no haya dormido
antes en ti.
Eres pequeña
como una estrella fugaz,
como el universo
antes de estallar.
Vuelas como la risa,
como el diente de león.
Si yo te miento,
tú lo haces mejor.
Ahora dime qué te han de ofrecer
la tardes perdidas, tu sangre en mi piel,
la casa cansada, la manta en el sofá,
la tele encendida, las ganas de llorar.
Y ahora dime qué te van a dar
la paz en tu vientre, la calma del mar,
gaviotas cansadas, mi sombra en el sofá,
la brasa encendida, las ganas de matar.
Eres la copa rota,
el mar en que me adentro,
viento que susurra,
el tálamo desecho,
ácido en mis ojos,
el café de mis mañanas,
la mano en el sexo,
el rumor de batalla.
No das respuestas
ni luz a mi jardín,
y no hay guerrero
que descanse en ti.
No hay luna de agosto,
ni lluvia de abril,
que no haya dormido
antes en ti.
He pensado en mi ciclo, mi orden, mi sentido. Sabía que este post saldría asi, irritante, personal, venía a compensar los anteriores en su necesidad de equilibrio, para que las piezas encajen. Es lo malo de los cumpleaños, te permiten el balance de un ciclo, más aún que los cierres anuales o las despedidas a medias. La distancia con la que fui parece mucha... metida en una historia de exceso, de pulsión, quizá no arriesgué lo imposible, pero encontré la calma para acabar sin mucha pena la carrera equivocada, para divisar anillos en júpiter, para romper lazos que al no apretar ataban.
Será que el último verano se escapó en otro metro,
que en este vagón no sale el sol,
que ayer no llamaste por teléfono.
Será que es temprano y no quiero ir al trabajo,
será que tu olor nunca llega hasta aquí abajo,
serán tus retrasos.
Será que mi contrato temporal no entiende
de tardes de cine
ni de amaneceres.
Será que hace frio y me duelen las rodillas y los alquileres,
será que aún no vives conmigo,
los gritos de padre como alfileres.
Será la ETT, que cierra mis puños, que deja mis sienes
repletas de nubes, neveras vacías, horarios de trenes.
Será que el reloj me duele.
Será por eso que esta alma cansada
te echa de menos.
Llega mi parada.
Aprendí a aligerar mis maletas y me fui para volver, y también para intentar no hacerlo. Vi durante siglos a un hombre con piano en la esquina de la mano de un hedonista, también a una mujer con las pestañas larguísimas y un acento francés, que desentrenada, no supe ver que era la mismísima Octavia... Quise buscar a aquella, en aquella víspera. Una moneda decidía al pie de una escalera si era Volver o Instinto Básico II lo que yo tomaría como película-señal aquella noche. El sol en revolución estaba de mi parte, y salimos en moto por calles que yo juraría desiertas. Pero elegí cruz por esa consciencia trágica de culpabilidad ante el cielo despejado... y al llegar no pude sino volver
Buenos Aires 2001
(o cualquier ciudad desierta)
Mis manos y estas calles son láminas de hielo.
Te busco perdido por San Telmo,
colgado de los cables que unen los tejados.
La lluvia cae como una vieja canción de los Stones,
como el ángel que empujaron de un avión.
Y siempre es jueves en la Plaza de Mayo.
Te busco tras el vaho de un cristal del colectivo
y, en la cena, los malvados de mis amigos
me preguntan una y otra vez por ti.
Y caen los rostros en los charcos de Corrientes,
bajo hojas secas guarda sus sueños la gente.
Y en la tormenta, senadores que escapan,
cristales rotos frente a la Casa Rosada.
Los autos pasan lentos como una manada de elefantes,
en lo oscuro una mujer me ofrece mate
y Charlie salta por mí desde un rascacielos.
Hoy Boca gana y una joven que me recuerda a ti
hace las maletas. El FMI te desnuda en el peor invierno.
Hoy te he dejado grabada esta ciudad en el contestador.
De fondo se oye, cada día canta mejor,
siglo veinte, cambalache, problemático y febril.
Y tarareas una canción de los Redondos.
Hoy iré al río, te buscaré en el fondo.
Mafalda juega a la guerra nuclear.
Iré a San Telmo, hoy te tengo que encontrar.
Es la distancia al ideal una necesidad... Distancia temporal, distancia espacial, distancia emocional ...La operación ideológica, "elevar al rango de imposible para posponerlo o evitar su encuentro". Lo que no sostiene y a la vez nos guarda del encuentro con La Cosa. Pero a la vez está esa pulsión de muerte, ese exceso, que en mi se traduce en deseo de que todo encaje, de la armonía de la estructura que se rebela, que me da la clave del cómo, y sobretodo del por qué.
Qué andarás haciendo
(Y cómo, y dónde, y por qué...)
hecha una madeja en el sillón,
dibujando constelaciones en los huecos
de los cuadros que aún faltan por colgar.
Qué andarás haciendo ahora,
apagando las luces del salón,
probándote quizá un vestido nuevo,
planeando una huida, ver el mar.
Y yo afilando lunas, perdido en el hotel,
encontrando tus caricias en el neceser.
Y yo buscándote en el espejo azul del baño,
en la ropa cansada del armario.
Qué andarás haciendo ahora,
cansada viendo la televisión,
guardando mi paz y mis retratos,
la costumbre de dormir al lado izquierdo.
Qué andarás haciendo ahora,
maldiciendo la luz, el primer sol,
hermosa con los párpados hinchados,
regando las plantas, todos los recuerdos.
Y yo retirando hojas secas de la cama,
soñándome contigo bajo el agua.
Y yo recordando que olvidé tender la ropa,
preguntándome qué andarás haciendo ahora.
Quizá una forma bella de distancia, una sólo placentera, agotadora, en que la copa rebosa tranquila, esa armonía fría y tranquilizadora. Luego aparecen las distancias de guardia, de cambio, que se incendian y se calman sin motivo, otra vez bellas, pero más oscuras, a punto de alcanzar la cosa porque no es esa en sí, sabemos que es otra, los cambios de ritmo nos aseguran su temporalidad pero también su enigma. De fondo está lo que creemos ser, la ciudad desierta que nos identifica, que no queremos definir más allá de un Paredro o Castillo Sangriento en el Polidor. Ese gusto por la palabra exacta, por tu soledad, por las dudas que las Certazas sublimes o bellas no pueden quitarte. Entonces vuelve, una consciencia de no saber, una señal de lluvia o pájaros, un deseo de hablar en subjuntivo, de incertidumbre, de la ciudad y su búsqueda, de saber qué andarás haciendo ahora. Algo (de) Sublime que se adjudica sólo, en contra de lo razonable, en que el exceso es la distancia, la búsqueda aparece como espera e inacción, incapaz de saber si es el centro lo que busca excentrarse, cerrado por derribo o ideal fantasma.
Un hombre espera en el desierto
La arena de los relojes
hizo crecer el desierto.
No digas que aquí hay silencio,
podrás decir que no oyes.
A los campos de Tinduf
no llega ese rumor de espuma
que el viento mecía en la duna
en que te amé una noche azul.
La piel de tu dromedario
me abriga como tus besos
y arropa el llanto del preso
aquel que te recuerda a diario.
Un hombre espera en el desierto
a que se tiña de gris el cielo,
a que me ames en hasanía,
a que devuelvan la melodía
que le robaron al viento.
La arena de los relojes hizo crecer el desierto.
Si nos asalta la noche fria
déjame pasarla en tu haima.
Si la arena se levanta,
mejor, así pasaré a tu lado más días.
Desde los acantilados
de Bojador cantan las olas:
"basta ya de derrotas".
El hombre del desierto esperó demasiado.
Un hombre espera en el desierto
a que se tiña de gris el cielo,
a que me ames en hasanía
a que devuelvan la melodía
que le robaron al viento.
La arena de los relojes hizo crecer el desierto.
La arena de los relojes hizo crecer el desierto.
¿Por qué ha vuelto Ismael?