jueves, 27 de abril de 2006

De lo Bello, lo Sublime y el Almuerzo

Como en el primer post, estaba buscando otra cosa, sí, siempre es otra, pero apareció este cuento, y de él, una nueva clasificación que Julio Cortázar supo ver mejor que Keirsey, desde el otro lado:


No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y currículum vitae.
Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover -tarea delicada. Por supuesto, la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley Fitzsimmons.
A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de muerte.

No sé, yo lo veo muy claro, quizá he creido estar refiriéndome a la misma cosa y... y si fuera que aunque así fuera todo encajara de pronto, no me importaría. Que aunque yo no lo vea, en un instante, quizá en un ser, ese inmenso vacío se justifique.

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