Pajarero de luces muertas que andan con pies de espectro
Con los pies indulgentes del arroyo
Que se llevan las nubes y cambia de país
En el tapiz del cielo se juega nuestra suerte
Allí donde mueren las horas
El pesado cortejo de las horas que golpean el mundo
Se juega nuestra alma
Y la suerte que se vuela todas las mañanas
Vicente Huidobro
Basta señora arpa de las bellas imágenes
De los furtivos cosmos iluminados
Otra cosa otra cosa buscamos
Sabemos posar un beso como una mirada
Plantar miradas como árboles
Enjaular árboles como pájaros
Regar pájaros como heliotropos
Tocar un heliotropo como una música
Vaciar una música como un saco
Degollar un saco como un pingüino
Cultivar pingüinos como viñedos
Ordeñar un viñedo como una vaca
Desarbolar vacas como veleros
Peinar un velero como un cometa
Desembarcar cometas como turistas
Embrujar turistas como serpientes
Cosechar serpientes como almendras
Desnudar una almendra como un atleta
Leñar atletas como cipreses
Iluminar cipreses como faroles
Anidar faroles como alondras
Exhalar alondras como suspiros
Bordar suspiros como sedas
Derramar sedas como ríos
Tremolar un río como una bandera
Desplumar una bandera como un gallo
Apagar un gallo como un incendio
Bogar en incendios como en mares
Segar mares como trigales
Repicar trigales como campanas
Desangrar campanas como corderos
Dibujar corderos como sonrisas
Embotellar sonrisas como licores
Engastar licores como alhajas
Electrizar alhajas como crepúsculos
Tripular crepúsculos como navíos
Descalzar un navío como un rey
Colgar reyes como auroras
Crucificar auroras como profetas
Vicente Huidobro
"Viví tres meses en Perugia. Creo que nunca estudié y trabajé tanto en mi vida. Escribí varios cuentos y avancé mucho en la redacción de una tesis con la que pensaba graduarme algún día, a mi regreso a Perú. Y robé como un loco. (...) Era como un delirio. Simplemente me resultaba imposible pagar. Robaba y robaba sin tomar precaución alguna y hasta llegué a pensar que la gente de esta ciudad se había vuelto loca y me dejaba robar con toda tranquilidad. Llené maletas de cosas robadas. (...) Estuve horas escribiéndome una carta a mí mismo, contándome mi vida en perugia. En París me esperaba a mi regreso, llena de incoherencias, llena de absurdas reflexiones. Pero hasta hoy, cada vez que la leo, tengo la seguridad de que en Perugia aquella carta me parecía muy lógica y coherente. En aquella Perugia, claro está."
"La leí en brazos de Inéss, que se debatía entre la felicidad de volverme a ver, y esos perdones suyos en que me perdonaba todo el tiempo. En fin, qué le quedaba con un tipo como yo más que andarlo perdonando todo el tiempo.
Esa noche Inés no lograba comprenderme. Le iba leyendo la carta, le iba hablando de Perugia, pero ella simplemente no lograba comprender.Yo quería partir con ella, lo más pronto posible, regresar en el acto a la ciudad de mi carta, quería explicarle algo que ni yo mismo entendía. En Prugia sobreviviríamos. En París, no.
Esa noche me perdonó también el estar loco, tan loco como en Lima, eternamente inquieto, viéndolo todo siempre antes de que ocurriera, anunciando que pronto se iba a derrumbar un edificio que todavía no se había empezado a construir.(...) Intenté mi último recurso. Buscar las maletas para enseñarle a Inés todo lo que traía de Perugia para los dos. (...) Me habían robado todo. Me robaron esos deliciosos robos, mis manuscritos, me robaron Perugia. (...) Leí mil veces mi carta al comisario. Mil veces en los días en que me volvió a citar. Mientras tanto, Inés había escrito su primera carta al Perú. En ella contaba que me había encontrado excesivamente descuidado, excitado y flaco. En fin, todo lo contrario de lo que le traía preparado de Perugia.
Nunca fuimos a Perugia. Para mí ese fue el gran error de nuestra vida. Aunque claro, cómo explicar cosas así."
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