sábado, 22 de enero de 2011

De la duda, el azar y Perugia



Matad la horrible duda
Y la espantosa lucidez
Hombre con los ojos abiertos en la noche
Hasta el fin de los siglos
Enigma asco de los instintos contagiosos
Como las campanas de la exaltación
Pajarero de luces muertas que andan con pies de espectro
Con los pies indulgentes del arroyo
Que se llevan las nubes y cambia de país

En el tapiz del cielo se juega nuestra suerte
Allí donde mueren las horas
El pesado cortejo de las horas que golpean el mundo
Se juega nuestra alma
Y la suerte que se vuela todas las mañanas

Vicente Huidobro


Basta señora arpa de las bellas imágenes

De los furtivos cosmos iluminados

Otra cosa otra cosa buscamos

Sabemos posar un beso como una mirada

Plantar miradas como árboles

Enjaular árboles como pájaros

Regar pájaros como heliotropos

Tocar un heliotropo como una música

Vaciar una música como un saco

Degollar un saco como un pingüino

Cultivar pingüinos como viñedos

Ordeñar un viñedo como una vaca

Desarbolar vacas como veleros

Peinar un velero como un cometa

Desembarcar cometas como turistas

Embrujar turistas como serpientes

Cosechar serpientes como almendras

Desnudar una almendra como un atleta

Leñar atletas como cipreses

Iluminar cipreses como faroles

Anidar faroles como alondras

Exhalar alondras como suspiros

Bordar suspiros como sedas

Derramar sedas como ríos

Tremolar un río como una bandera

Desplumar una bandera como un gallo

Apagar un gallo como un incendio

Bogar en incendios como en mares

Segar mares como trigales

Repicar trigales como campanas

Desangrar campanas como corderos

Dibujar corderos como sonrisas

Embotellar sonrisas como licores

Engastar licores como alhajas

Electrizar alhajas como crepúsculos

Tripular crepúsculos como navíos

Descalzar un navío como un rey

Colgar reyes como auroras

Crucificar auroras como profetas

Vicente Huidobro


"Viví tres meses en Perugia. Creo que nunca estudié y trabajé tanto en mi vida. Escribí varios cuentos y avancé mucho en la redacción de una tesis con la que pensaba graduarme algún día, a mi regreso a Perú. Y robé como un loco. (...) Era como un delirio. Simplemente me resultaba imposible pagar. Robaba y robaba sin tomar precaución alguna y hasta llegué a pensar que la gente de esta ciudad se había vuelto loca y me dejaba robar con toda tranquilidad. Llené maletas de cosas robadas. (...) Estuve horas escribiéndome una carta a mí mismo, contándome mi vida en perugia. En París me esperaba a mi regreso, llena de incoherencias, llena de absurdas reflexiones. Pero hasta hoy, cada vez que la leo, tengo la seguridad de que en Perugia aquella carta me parecía muy lógica y coherente. En aquella Perugia, claro está."
"La leí en brazos de Inéss, que se debatía entre la felicidad de volverme a ver, y esos perdones suyos en que me perdonaba todo el tiempo. En fin, qué le quedaba con un tipo como yo más que andarlo perdonando todo el tiempo.
Esa noche Inés no lograba comprenderme. Le iba leyendo la carta, le iba hablando de Perugia, pero ella simplemente no lograba comprender.Yo quería partir con ella, lo más pronto posible, regresar en el acto a la ciudad de mi carta, quería explicarle algo que ni yo mismo entendía. En Prugia sobreviviríamos. En París, no.
Esa noche me perdonó también el estar loco, tan loco como en Lima, eternamente inquieto, viéndolo todo siempre antes de que ocurriera, anunciando que pronto se iba a derrumbar un edificio que todavía no se había empezado a construir.(...) Intenté mi último recurso. Buscar las maletas para enseñarle a Inés todo lo que traía de Perugia para los dos. (...) Me habían robado todo. Me robaron esos deliciosos robos, mis manuscritos, me robaron Perugia. (...) Leí mil veces mi carta al comisario. Mil veces en los días en que me volvió a citar. Mientras tanto, Inés había escrito su primera carta al Perú. En ella contaba que me había encontrado excesivamente descuidado, excitado y flaco. En fin, todo lo contrario de lo que le traía preparado de Perugia.
Nunca fuimos a Perugia. Para mí ese fue el gran error de nuestra vida. Aunque claro, cómo explicar cosas así."

La vida exagerada de Martín Romaña.
Alfredo Bryce Echenique.

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